lunes, 2 de noviembre de 2015

Latidos que imaginan



Bajo los huesos, cubierto por la piel que ceñida los viste, algo se me agita. Es mi corazón. Lleva horas desbocado y revolucionado, como si fuese un manifestante en plena marcha de sublevación. Si cierro los ojos en el silencio, casi puedo escuchar sus acelerados latidos en mi mente. O tal vez sea que el fuerte bombeo de la sangre alcanza mi loca cabeza, y yo noto palpitar mis sienes en la oscuridad de mis párpados caídos.

En cualquier caso, sé que desde anoche, late más fuerte. En verdad, siempre late fuerte por Ti. Pero hoy, lo hace especialmente. Y... No es la única parte de mi cuerpo cuyos latidos se han vuelto intensos. Más abajo del vientre, en el rincón que habita entre mis piernas, algo late. Late con tanta fuerza, que casi me sonrojo al pensar que alguien más que Tú y yo pudiera darse cuenta...


Y así, presa de esa tortuosa mezcla de morbo y vergüenza, me imagino que alguien más es capaz de oír los latidos de mi coño mojado. Y me ruborizo al pensar en que ese alguien, fueses Tú. Porque sé que eres consciente de mi humedad constante, en un estado tal y como ha sido por Ti demandado, pero que no puedes sin embargo escuchar como tu juguete palpita por Ti una y otra vez.

¿Y si pudieras oirlo, justo ahora, mientras trabajas a apenas unos metros de distancia? ¿Sería entonces culpable de distraerte? No quisiera yo cometer la torpeza de afectar a tu concentración y labores, y, sin embargo...

Sin embargo, no dejo de imaginar.... Y cada imaginación, incrementa mis latidos. Me imagino un momento en que los testigos que nos acompañan dejan de tener el peso de la ética social, perdiéndose toda importancia prejuiciosa. Me imagino un momento en el que, de repente, me vuelvo osada, lo suficiente como para levantarme despacio y en silencio, y acercarme a tu espalda. Me imagino que entonces mis pequeños brazos te rodean por detrás, apoyándose en tu pecho firme y perfecto, y mis labios acarician tu nuca en un suspiro. Me imagino que mi lengua se vuelve atrevida y recorre serpenteante la aspereza de tu cuello y la suavidad de tu oreja. Me imagino que tu silla se gira, y yo puedo sentarme entonces sobre tus piernas, dejando que mis nalgas abracen el bulto de tu pantalón, y obteniendo con tu permiso el acceso a tu boca o el regalo de tu saliva.

Cierro los ojos y respiro profundamente: la imaginación está poniendo en apuros ya no solo a mis braguitas, sino a ese pantalón que de repente siento incómodo y sobrante. Trago saliva e intento pensar en todas las razones por las que mis imaginaciones no son posibles: pienso en que no estamos solos, y en que estás trabajando. Pienso en que tendré que irme, y en que ya he tenido la gran fortuna de poder sentirte hoy una vez dentro de mí, y de haber degustado dos veces tu sabor en mi paladar y esa caricia líquida en mi garganta...

Y por supuesto, no funciona. Porque recordar eso último, impide que mis intentos de serenarme no sean vanos. Y entonces, vuelvo a imaginar... Y me imagino, de nuevo, que nadie más está, o que si están, no importan. Y, ya no solo osada, sino valiente, mi yo imaginario se levanta procurando no hacer ruido, como si pese al atrevimiento buscase hacerlo de la forma menos inoportuna. Así, en el sigilo que solo la imaginación puede conferirle a esta niña torpe, gateo hasta ti cual perra en busca de su Amo. Y, mientras Tú trabajas, cansado y estresado, yo, ansiosa buscadora de tu alivio, me cuelo bajo tu mesa. Mis manos palpan tu pantalón y, como estamos en mi imaginación, no me tiemblan, ni si quiera cuando te acarician sin el carácter errático e inexperto que tendrían en la realidad. Y, aquí imaginando, soy lo suficientemente valiente como para no vacilar a la hora de agarrar tu polla entre mis dedos para liberarla de la opresión de la tela. Me imagino que, tras dejar caer la saliva como a Ti te gusta, mi lengua la recorre entera, en su enorme tamaño. Y me imagino  entonces que realmente he avanzado en mi entrenamiento, y que soy capaz de hacerlo bien esta vez, cuando toca meterla dentro de mi boca. Me imagino que est vez sí puedes follarme hasta la garganta, una y otra vez. Me imagino que hasta yo misma soy capaz de follarme la boca, de darte placer por mí misma hasta el final, volviendo así más  llevadera tu dura jornada. Y sigo imaginando, hasta que casi puedo volver a notar tu sabor inundándome las papilas, conteniendo el aliento ante ese vívido pensamiento.

Pero claro... Esto es solo mi imaginación. Una imaginación en la que yo no soy torpe, en la que sabría realmente estar a la altura de una buena mamada, o en la que mis manos supieran dar la talla. Una imaginación en la que quién mire o el qué dirán no importa. Una imaginación en la que pudieras permitirte una interrupción como esta, porque... ¿Serías capaz de seguir trabajando si me tuvieras ahora justo ahí, arrodillada bajo tu mesa, haciendo uso de mi boca para complacerte?

¿Serás capaz si lees esto, y me imaginas así, de mantener sin fisuras tu impertérrita concentración?

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