Me salvaste.
Me salvaste justo a tiempo.
He renacido de mis cenizas hechas de lágrimas, en una nueva y eterna sonrisa que brilla por Ti.
Estaba perdida y desorientada bajo el azote de la angustia y el estrés. Maltrecha en salud y cuerpo, y sin ganas en la mente y el alma. Y el corazón me latía por Ti, pero se aquejaba por mis enfermedades y desdichas.
Pero no me has dejaste caer ni echar a perder. Me sujetaste. Me hiciste ver. Me hiciste reaccionar. Me diste luz, verdad y apoyo.
Gracias.
Ahora, tras haber salido del coma, en pleno postoperatorio en el que las cenizas y las plumas todavía me visten, comprendo que has debido pasarlo realmente mal viéndome así. Entiendo lo mucho que ha debido preocuparte y angustiarte el notarme triste y estresada, y me doy cuenta de cuánto ha debido de dolerte el contemplar como iba dejándome consumir inmóvil y pasiva ante el eterno devenir. Lo siento mucho. Siento haberte hecho sufrir. De verdad. Es un precio que llevaré sobre mis hombros siempre... Pero te juro que ninguna carga volverá a encorvarme
Esto no me frenará. Nada lo hará. Ningún dolor o cansancio o peso. Seguiré adelante. Avanzando contigo.
Y llegaré ahí, a lo más hondo. Y Tú no estarás sólo nunca más. Para Ti se acabaron tiempos de búsqueda y decepciones, esos mismos que te hicieron aparecer en la madrugada, pues en mí lo hallarás todo. No irás más a la deriva, iremos juntos. Estaré contigo. Siempre y en todo.
Eres maravilloso. Y me has salvado.
Gracias por curarme.
Gracias por no dejarme ir.
Gracias por esperarme.
Gracias.
Te amo, R.
No hay comentarios:
Publicar un comentario